Fábulas para todos los días

Fábula: El vendedor de alfombras


El señor Cerdito se dedica a vender alfombras y tiene justa fama por su habilidad para convencer a sus clientes de la necesidad de comprarle sus productos. 

Va de puerta en puerta, y la verdad es que su simpatía y amabilidad son siempre bienvenidas. Es raro que alguien le mande a paseo o que le dé con las puertas en las narices, cosa muy corriente en su profesión. 
Un buen día llama a la puerta del distinguido señor don Pato Patón. Está seguro de poder vender a este nuevo cliente su mejor alfombra; por eso cuando don Pato Patón abre con recelo la puerta en su casa, se encuentra envuelto en las redes de don Cerdito.

- ¿quien es usted, buen hombre?- dice don Pato Patón.
- Buenos días, simpático señor. Vengo a ofrecer una alfombra de exquisitas calidad; 
procede nada menos que de Samarcanda -ciudad de las "Mil y una noches"-. ¡vea, señor, vea! es digna de que la luzca alguien como usted, ¿verdad?- habla y habla el señor Cerdito.
- pero verá... yo... - responde, vacilante, don Pato Patón.
- ya veo que le gusta, caballero. ¡Es suya por muy poco dinero!- insiste el señor Cerdito.

Don Pato Patón quisiera decirle muchas cosas a tan audaz vendedor, pero éste no le deja. En un abril y cerrar de ojos, don Pato Patón se encuentra con que ha comprado una costosa alfombra que ni siquiera deseada. Es preciso andarse con cuidado, amiguitos.



Fábula: Serenata a una perrita

El invierno es muy duro y Perrita se ha acatarrado; 
aunque a ella le gusta salir al jardín a corretear por él, 
su mamá se lo ha prohibido, porque no quiere que coja más frío.
Perrita sufre más por su encierro que por las molestias propias del
catarrazo, pero todos los argumentos que ha utilizado para convencer
 a su progenitora han sido inútiles. Impaciente y desesperada, vaga por
 su casa; quiere entretenerse en algo pero su mente está fija en las
 delicias que el jardín podría proporcionarle. Una honda tristeza se 
apodera de ella y pasa horas y horas asomada a la ventana.
Cree que nadie piensa en ella. ¿cuanto tiempo va a durar esta situación?

De pronto, algo llama su atención. Un personaje extravagante 
pasa delante de su ventana y la mira con gran detenimiento.
 Una sonrisa asoma a sus labios y el guiño de sus ojos parece 
decir a Perrita: "No es para tanto, bonita. Yo te contentaré".

Dicho y hecho; con un rápido movimiento, saca una guitarra muy bonita
y se pone a tocar y hacer cabriolas. Perrita -que tiene los oídos taponados
por el catarro-, no oye nada, pero se divierte mucho con los saltos del 
simpático personaje. La serenata no tarda en acabarse y el hombre 
de la guitarra se aleja. Perrita ya no está triste.


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